¿Será el sindrome de Estocolmo?

Desde mi condición de aún forastero en Alicante querría comentaros un fenómeno muy curioso que me ha ocurrido.

Todo comenzó cuando empecé a hacer algunas fotografías para el trabajo reivindicativo de conservación de ediificios de Elkiko. Hasta entonces mis paseos por Alicante eran de pura indignación por la barbarie urbanística que ha destrozado la ciudad. Sin embargo, al apuntar con mi camara a aquellos edificios que merecen algo la pena, comencé a fijarme en los muchos de ellos que hay en la ciudad. Eso me hizo fijarme, durante unas horas sólo en lo bonito de la ciudad. Sonará estupido, pero os aseguro que mi pobre corazón sintió un gran alivio. Tiene toda la logica: simplemente me forcé a ignorar lo feo y a admirar lo bonito, y funcionó.

No quiero decir con esto que esa sea la manera de vivr tranquilo en Alicante (la felicidad de los ignorantes), pero desde luego fue un ejercicio de resultados inesperados. Desde entonces voy olisqueando esos edificios, esos rincones de la ciudad, y a pesar de que la euforia se me ha pasado ya, algo ha quedado.

Y lo fenomenalmente sorprendente no es eso. Estoy preocupado: ahora incluso me sorprendo de vez en cuando admirando la belleza de ciertos edificios que antes habría calificado de espantosos sin pensarmelo dos veces.

No sé, quizá suene estúpido todo esto. No lo cuento como una revelación, sino como algo simplemente curioso. Lo malo es que mis allegados se descojonan de mi. Con razón.

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