Si el otro día nos enteramos de que el Ayuntamiento de Alicante pagará aproximadamente medio millón de euros a dos empresas constructoras por encargos que no hizo y que lo hará sin factura ni justificación de ninguna clase, hoy la noticia está en el Ayuntamiento de Castellon. La historia, prácticamente la misma, sólo que en este caso ha sido el propio ayuntamiento quien ha contratado los servicios. Vaya, que me reafirmo en lo que llevo diciendo ya varios meses, si Alicante tiene tela -que la tiene- lo de Castellón es de juzgado de guardia.
Por lo demás, la crisis se está cebando con Alicante. No es una buena noticia porque las alternativas económicas en esta ciudad y en esta provincia son más bien escasas. Según los últimos datos de la patronal de vendedores de coches, en el mes de julio las ventas cayeron un 37%. Las peores cifras, en aquellas comunidades autónomas que más han vivido del ladrillo durante los últimos años, a saber: Murcia, la Comunitat Valenciana y las Baleares. Hoy INFORMACIÓN publica que el sector de la construcción y la industria alicantinas pierden 250 empleos al mes, y que las perspectivas de ocupación este verano no son demasiado buenas. Es decir, en un contexto de pérdida de puestos de trabajo en el sector de la construcción, ni la industria ni el sector servicios son capaces de absorber el exceso de demandantes de empleo.
Durante los últimos años, el sector turístico valenciano y alicantino han basado su oferta en la fórmula sol y playa que heredó de los sesenta y setenta, y en una nueva fórmula de turismo residencial con graves consecuencias a nivel de destrucción del paisaje y, por tanto, de desgaste del producto que se ofrece.
Incluso teniendo en cuenta que otros destinos cercanos como Marruecos o Túnez ofrecen lo mismo, a precios más bajos y bajo condiciones más atractivas para el cliente, el sector no ha hecho una apuesta clara por la renovación y, si la ha hecho, no ha contado con el apoyo de los poderes públicos, más empeñados en potenciar el turismo residencial.
Tampoco le han ido mejor las cosas a los sectores tradicionales -calzado, mueble, juguete, etc. No sé muy bien hasta qué punto estos sectores han apostado por la innovación, el diseño, la investigación, la calidad durante las dos últimas décadas, pero tengo la sensación de que no excesivamente. Gran parte del capital acumulado en estos sectores industriales se mudó durante los últimos diez años al sector de la construcción, de manera que el capital industrial ha sido convertido en ladrillo, una inversión de corta vida, escaso impacto futuro y gran beneficio.
Ya lo dije en alguna ocasión en este blog, jamás existió la burguesía valenciana de manera que no iba a existir ahora, pero me gustaría mucho que alguien me demostrara que estoy equivocado.
