La cuestión de hoy es doble. Por una parte, hoy Información publica que la Autoridad Portuaria de Alicante ha decidido no considerar ninguna de las alegaciones negativas que se han presentado a la proyecto de instalación de silos de cement. Las positivas, por lo que parece, las acepta todas.
Si finalmente el proyecto triunfa, confiemos en que no lo haga, los hoteleros de Alicante tendrán una razón más para ir preocupándose por sus negocios. Con o sin silos, el propio sector confiesa que la ciudad no tiene excesivos atractivos turísticos y que el hecho de tener el mejor clima del Mediterráneo no es suficiente ya. Es una lástima, Alicante es una ciudad llena de potencialidades que, poco a poco se van perdiendo.
De cemento también va la segunda parte del post. Os quiero presentar hoy a la Vella Lucentina, una crucífera endémica de la zona centro de la provincia de Alicante en grave peligro de extinción.
El Ayuntamiento de San Vicente tiene previsto construir un campo de golf en la zona de El Sabinar que acabaría con el 60% del hábitat de la planta en cuestión. El proyecto, inexplicablemente, cuenta con el dictamen favorable de la Conselleria de Medi Ambient y el Ayuntamiento de San Vicente defiende la necesidad de aprobarlo por el coste que conllevaría no ejecutar la obra.
La alcaldesa de San Vicente, Luisa Pastor, aduce que los promotores han puesto capital a riesgo y que (sic) «no al proyecto no sería gratis» ya que habría que desembolsar una gran cantidad de dinero como compensación.
Aquí está el dilema: ¿qué tiene mayor coste? ¿la desaparición de la plantita en cuestión o el coste económico de la no ejecución del proyecto?
Personalmente, creo que el precio mayor es el de acabar con la plantita. Me explico. Dentro de unos años, cuando el abastecimiento de agua a los campos de golf que hemos ido construyendo durante todos estos años sea inviable o, simplemente, si no hay suficientes jugadores de golf en el mundo para llenar todos nuestros campos, deberemos replantear su actividad, abandonarlos o cerrarlos. La plantita, por su parte, ya habrá desaparecido y el precio de su desparición lo habremos pagado todos también. ¿De qué sirve elaborar planes de conservación si estos planes no se cumplen?