No parece que los valencianos seamos muy propensos a las celebraciones «nacionalistas» y tengo que decir que esa es una característica de la sociedad valenciana que me gusta mucho. No hablo claro, de los blaveros, ni tampoco hablo, claro está, de los ali-cantonalistas, ni tampoco hablo de los nacionalistas españoles recalcitrantes, ni de los anti-catalanistas…
Uy, a ver si va ser que somos más propensos a las celebraciones nacionalistas de lo que yo pensaba…
En fin, no iba por ahí. Hoy, dia 9 d’octubre los valencianos celebramos la entrada en el año 1238 del Rey Jaume I, estimado por valencianos y catalanes a partes iguales, en la ciudad de Valencia.
Los responsables de las principales instituciones valencianas, con Francisco Camps a la cabeza, se afanan en escribir y leer discursos en los que se loa el momento estupendísimo en el que se encuentra la Comunitat Valenciana, las espléndidas perspectivas de futuro de nuestra sociedad y, que no se lo pierda nadie, la extraordinaria contribución del Rey de España «al mejor momento histórico de España y la Comunitat Valenciana«. Pas a la regió que avança en marxa triunfal, y también dos huevos duros.
No en vano, hoy hemos sabido que los valencianos viven en un paraíso terrenal sin que nadie más lo sepa. Como lo oyen, el 60% de los valencianos cree que la actual situación de la Comunitat Valenciana es buena o muy buena. ¿A quién le importa que Alicante encabece las cifras de paro valencianas? ¿a quién le importa que la mafia del ladrillo campe a sus anchas en esta tierra? ¿a quién le importa que los servicios públicos funcionen al revés y que las corruptelas lo carcoman todo? ¿a quién le importa que el paisaje valenciano se lo lleven las excavadoras? ¿a quién le importa nada de eso si hace calorcito prácticamente todo el año, hay un montón de playas y están la Lluna de València, les palmeres s’abaniquen a la llum de les Fogueres y Marina d’Or qué guay!?
Hace tiempo que lo temía y ya ha pasado. De tanto repetirlas, las mentiras se convierten en verdades y eso es lo que nos pasa.
Lo extraño de todo esto es que la oposición ni siquiera parece esforzarse en demostrar que no es cierto, que no vivimos en el Parnaso y que la Comunitat Valenciana tiene serios problemas de cara a un futuro que Camps se empeña en pintar de color de rosa.