La renovación y tres cuartos de lo mismo

Parece que Joan Ignasi Pla ha decidido apartarse a un lado de la carretera y quedarse en la cuneta del PSPV. Después de la derrota electoral en las elecciones autonómicas y municipales del 27 de mayo, la cosa se veía venir, esa es la verdad.

El PSPV -tampoco el resto de fuerzas progresistas- no fue capaz de arrastrar de su lado a los ciudadanos hartos de las políticas del PP -que se presumían muchos-, y de darle la vuelta a la tortilla. De ahí la crisis. Se adujeron problemas de comunicación con los ciudadanos, fallos en los buzoneos, y una dirección de campaña equivocada. Pero, en realidad, parece que el problema es que Pla no enganchó, que el PSPV no planteó una alternativa real y que el centro es del PP vaya usted a saber por qué.

Por eso, si la cuestión está en renovar el partido quizá lo más aconsejable no es que venga Jordi Sevilla a poner las cosas en su sitio o a substituir a Pla sin un debate previo. Estoy seguro de que existen buenos candidatos dentro del PSPV, gentes con ideas nuevas y frescas, con capacidad y ganas de cambiar la situación dentro del partido y en la Comunitat Valenciana. No sé hasta qué punto Jordi Sevilla atraerá a los votantes más que Pla.

Quizá debería ser el propio partido, sus bases, quien decidiera quién debe dirigir el PSPV para el reto de las generales y para, dentro de cuatro años, ganarle la partida al PP.

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Alperi -el puto amo- y los cambios de criterio

Tenemos al Alcalde de Alicante, una especie de bobalicón llegado a Alcalde, un poquito desconcertado. La razón: la estación de Madrid.

El pobre Alperi no acaba de entender por qué el Colegio de Arquitectos no ve claro que el Ministerio de Fomento pueda llegar a derribar la Estación. El Colegio esgrime algunos de los valores arquitectónicos del edificio para reclamar su mantenimiento, y se lamenta por la desaparición de algunos de los que el edificio tenía.

Bien, Alperi se extraña de que el colegio de arquitectos y el colegio de ingenieros se planteen que unas vigas, así las llama él, tengan valor arquitectónico alguno. Sobre todo, Alperi se extraña de que los arquitectos o los ingenieros hayan podido cambiar de criterio, cosa que no está del todo clara.

Vayamos por partes.

Que Alperi no demuestra tener muchas luces no es un secreto para nadie, de ahí su desconcierto sobre la  cuestión.

Pero tampoco es ningún secreto que los ciudadanos de Alicante le tienen estima, de ahí mi desconcierto. Es cierto que, al fin y al cabo, los ciudadanos le han votado consecutivamente durante las últimas cuatro elecciones, de forma que algo debe de tener ese hombre que tiene a los alicantinos fascinados. 

Desde mi punto de vista, es esa capacidad innata para parecer uno más lo que constituye el secreto de su éxito. El Alcalde se zampa su coca amb tonyina en Hogueras, se pone morao en la Fiestas de San Blas, y es el primero de los alicantinos siempre que toca, para bien y para mal.

Pero que el Alcalde sea uno más, o que demuestre ser un ignorante en más de una situación, tiene un coste social muy elevado, ya hemos hablado de ello en alguna ocasión. Haría bien el Alcalde es escuchar las voces que le aconsejan -como le aconsejaron en el caso de la Isleta- que proteja el patrimonio arquitectónico de la ciudad, y que no menospreciara la inteligencia de los demás, dado que la suya es más que discutible.

Lo que más me sorprende es que, en este como en muchos otros casos, el Alcalde va contra el criterio de muchos ciudadanos, contra viento y marea, contra todo. A pesar de ello, Alperi repite, gana las elecciones, y se gana la confianza de los alicantinos.

Y hablando de contradicciones. Rafael Blasco, el que fuera Conseller de Territori y hoy Conseller de Inmigración, defiende ahora una regularización de inmigrantes, al tiempo que las critica. Yo no lo comprendo, ¿me estará pasando como a Alperi?